Capítulo I, primera práctica
Estuve dos horas en la cancha y debo haber aclarado más de doce veces que nunca había jugado al fútbol más que en la playa alguna vez. El equipo se conoce hace años, tiene lógicas internas, sabe cómo son las prácticas y ha desarrollado confianza. Me da pánico llegar a un grupo ya formado y ser "la nueva", la que está sola; así que haber ido ya se siente como una victoria. Las gurisas fueron recontra pacientes, me explicaron los ejercicios, me dieron para adelante cuando logré hacer algo bien -un par de veces- y no me reprocharon cuando me equivoqué. El fútbol es muy divertido, no entiendo por qué recién estoy empezando a jugar ahora. Pero si soy honesta no pude hacer mucho, es muchísimo más difícil de lo que parece. Ah, y me esguincé el tobillo derecho, pero creo que no es grave.
Capítulo II, segunda práctica
Hoy tuve que hacer fuerza para no llorar. Hicimos un ejercicio en simulación de situación de partido, pero no teníamos zaga, entonces yo, que en teoría estaba de 5, pasé corriendo de una punta a la otra de la cancha intentando evitar goles -se suponía que eran pases a tres delanteras del equipo contrario, pero había arcos-, y en un momento alguien me gritó que tenía que empezar a correr antes y yo ya no podía ni con mi vida. Me fui frustrada porque sentí que estaba entorpeciendo la práctica y perjudicando a las gurisas que estaban en mi equipo. Es difícil ser nueva en algo, no saber cómo hacerlo y que el proceso de aprendizaje implique afectar el juego de otras. Siempre me quedó más cómodo el lugar del saber, lo teórico, el poco margen de error. Pero quiero correrme de ese rol, quiero enfrentarme a mi propio desconocimiento, a mi torpeza incluso, y mejorar. Voy a volver. El tobillo aguantó bien.
Capítulo III, el amistoso
Hoy hay un partido amistoso y una parte de mí se quiere mandar a la cancha a divertirse y probar, pero me frena la responsabilidad colectiva. No se trata solo de mí, no puedo anteponer mi deseo de ver qué pasa a las ganas grupales de jugar bien y ganar. El entrenador me agitó para que jugara, pero no sé si eso es algo que a las pibas les pintaría. ¿Tiene sentido lo que me está pasando o en realidad me da miedo jugar y pongo excusas? Por ahora voy a acompañar desde el banco, ver si puedo acercarme al grupo, compartir tiempo y ver qué pasa. (Ganaron 2 a 0. La adrenalina corre altísima en los partidos, me quedé pensando en lo importante que es que las mujeres tengamos un lugar en el que está legitimada la agresividad).
Capítulo IV, tercera práctica
Estrené mis zapatos. Venía usando unos de fútbol 5 que hay en una caja en el estadio, me quedaban medio grandes. Decidí que si voy a meterme al equipo me tengo que comprometer de verdad. Después del partido compartí mis inquietudes con dos compañeras que me generaron confianza y me dieron para adelante. Entendí que es un juego, sí, pero requiere compromiso y respeto por las demás. Se viene un campeonato, si lo único que quiero es divertirme con la pelota no puedo sumarme a un equipo que tiene intenciones de ganar.
Creo que el fútbol me va a enseñar a ser resiliente, a llorar y seguir, a equivocarme mil veces y no dejar que eso me agobie. Partes de mí que no he cultivado en profundidad.
He notado que pedimos demasiado perdón ante cualquier error propio de este deporte. Ah, las mujeres y la culpa. Aparte, pienso, si un hombre se manda una burrada la gente va a pensar que se equivocó, pero si se la manda una mujer lo va a tomar como prueba de que no sabemos jugar al fútbol.
La práctica de hoy fue recontra divertida aunque éramos pocas, corrimos abundante, me dieron piques para tirar tiros libres -de cerquita- y me animé a cabecear pelotas jugando al fútbol tenis -es lo que más me cuesta, veremos qué digo en unos meses-.
Me encanta cómo me siento cuando corro, cuando intento recuperar una pelota, dar un pase con precisión, buscar espacios para que la jugada salga. Me encanta cómo me siento practicando un deporte que por tantos años me fue ajeno y hasta hostil. Me encanta cómo me siento jugando con otras mujeres.
Cosas que he aprendido: es normal que te griten cuando estás jugando, me tengo que animar a pedir la pelota, lo que pasa en la cancha queda en la cancha, hay que jugar sin miedo y salir a buscar las pelotas, sin las compañeras no hay nada. Y lo más importante: que ser parte de un equipo no significa que hay gente a la que le puedo fallar, sino que somos muchas, que estamos para bancarnos en las malas y abrazarnos cuando las cosas se nos dan.